miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sufriendo con la Programación 2010

Como todos los profesores de Canarias, y supongo que de toda España, he pasado estos días por el trance de elaborar la programación didáctica de las asignaturas de mi departamento, a saber Griego I y Griego II de bachillerato. He recibido instrucciones de seguir las indicaciones del nuevo Reglamento Orgánico de Centros y me he puesto de manera aplicada a hacer la tarea.

Al final creo que he rellenado  unos cuantos folios en los que recojo cada uno de los apartados que debe contemplar una programación de acuerdo con la normativa. Pero no me siento reflejada en absoluto en ese documento.

Puede que tras veintitrés años como profesora cada vez me crea menos lo que ponen los papeles y cada vez preste más atención a lo que pasa en el aula. Me parece que lo único cierto en educación es que el aprendizaje no puede diseñarse, sólo se puede facilitar o frustar. (Wenger). Por otra parte, si todo estuviera previsto en la programación, ¿qué sentido tiene evaluar? Evalúo para poder tomar decisiones que faciliten el aprendizaje. Y esas decisiones no las tengo que imponer yo, deben ser compartidas con los alumnos o si no falseo todo el proceso: impongo una visión del mundo desde mi materia, no doy oportunidades a un aprendizaje real. No, ese no es mi trabajo.

El hecho de dar clases a adultos y en enseñanza a distancia me ha reforzado en esta convicción. Al contrario de lo que se piensa, lo último que necesitan los adultos para aprender son documentos cerrados, muy estructurados donde todo esta previsto y organizado paso a paso. En realidad, nada hay más diverso que el aprendizaje adulto, puesto que las circunstancias de nuestros estudiantes están en continuo cambio. Mientras que se supone que el joven o adolescente tiene como principal dedicación la de asistir a clase y estudiar, en el adulto se da una tensión continua entre la vida personal, las obligaciones laborales y familiares y el mundo académico que le llega a través de la educación a distancia. Personalmente me resulta muy interesante entrar en esta dinámica como un agente facilitador del aprendizaje, no como una fuente de conocimiento que ofrece una serie de pruebas-obstáculos que el alumno debe superar para demostrar los conocimientos adquiridos. 
De verdad que cada año lo intento: busco libros de texto que me permitan acercarme a mis asignaturas como lo que son: lenguas, vehículos de comunicación y además transmisores de la cultura que más influencia ha tenido en nuestro mundo occidental. A cambio, las editoriales me ofertan en general libros de textos muy estructurados para la adquisición de contenidos gramaticales, que más tarde o más temprano me resultan demasiado ambiciosos para los conocimientos reales y las posibilidades de los alumnos que tengo delante.
Así que ante esta situación cada año voy probando aquello que mejor me viene para los alumnos: pocas veces repito lo que ya he hecho, picoteo de la cantidad de recursos que encuentro en la red... Posiblemente parezca disperso, pero lo que intento es que los alumnos mantengan vivo su interés por una asignatura a la que llegan a menudo por casulaidad. Es más, diría que mi verdadera ambición como profesora de clásicas es asegurar la pervivencia y trasmisión del legado clásico. Y eso sólo es posible si soy capaz o por lo menos intento crear una atmósfera de interés y curiosidad, fomentar que estas rarezas que parecen excentricidades jurásicas del sistema educativo sigan vivas como la herencia mejor conservada por la humanidad desde hace siglos. Los mármoles de los templos griegos se han agrietado. Apenas unos muros nos atestiguan la existencia de Troya. No tenemos una sola fibra de papiro del s. VIII a. C. Pero ahí están íntegras, inmensas e inagotables, como su mensaje perenne para nosotros la Ilíada y la Odisea. Por poner sólo dos ejemplos.

Así que mientras tengamos currículos que simplemente acumulan, sin mover una coma, los contenidos heredados de sistemas anteriores a los que cada vez añadimos más ingredientes, para mí programar será una misión imposible. Elaborar un documento real, útil, a pie de aula, sería como construir el mapa del cuento de Borges, una reproducción a tamaño real de lo que pasa en el aula. 

Pero ¿a ustedes, compañeros, profesores, no les pasa igual? ¿No tienen esta sensación de que la programación de alguna manera amordaza el verdadero sentido de la educación?... A lo mejor me estoy volviendo una anarquista peligrosa...

miércoles, 28 de abril de 2010

InnovAccion. Innovar para la acción en la escuela y en la empresa.

Innovación es ya un leitmotiv para los profesores; ahora es una palabra que parece abrir puertas a las empresas. Como en el caso educativo, viene de la mano de las herramientas 2.0. Pero en ambos contextos no se tata de un mero cambio de soporte, es un cambio de mentalidad. Compartir y competir a la vez. Dar  acceso al contenido o al producto porque lo que se valora es el proceso. Innovar para tener éxito, para mejorar.... Todas estas ideas han ido pasando por mi cabeza durante mi corta visita  Foro Innovacción, celebrado hoy en Tenerife. He acabado descubriendo que escuela y empresa tienen mucho en común.
Posiblemente como nos pasa en las aulas, no son muchas las empresas que todavía se arriesgan al cambio de mentalidad que supone este enfoque nuevo. De hecho, puede que sea necesario que o bien la empresa se vea abocada a este cambio para evitar el fracaso o bien que el empresario sea también líder de emprendedores.
Como en educación, en innovación las empresas que tienen más éxito son aquellas que en vez de vender un producto lo ofertan y saben integrar de manera inteligente la publicidad bien dirigida. Este es el modelo de google.I
Precisamente de las claves de este cambio nos habló hoy Dolors Reig, muy bien acompañada de varias empresas de Canarias que introducen la innovación.
En twitter #foroinnovaccion hemos ido entresacando lo más destacado de esta Mesa, en la que no ha faltado un espontáneo insumiso que ha puesto a prueba el temple de organizadores, presentadora y miembros de la mesa.
Por la mañana asistí también a la Mesa sobre Aprender Innovando, donde conocí de primera mano actividades relacionadas con la formación destinadas a grupos de edades muy diversas, pues como nos recordaba Carmen_Martin, la innovación y la creatividad no tienen edad, ni género, ni condición social, ni status... Y a tenor del acertado título de esta Mesa, se me ocurre que aprender implica ya innovar. Se puede enseñar rutinariamente, pero aprender significa incorporar algo nuevo a mi vida, a mis saberes, a mis capacidades…
Tuve que salir con prisas de este foro, para ir a trabajar, pero me quedé con ganas de más. Y me gustó el lema: Si cre@s, puedes.

Algunos  enlaces para saber más
Presentación de Carmen Martín. Educar Innovando.
Dolors Reig: Nueve claves para el éxito en la Sociedad-Red

domingo, 25 de abril de 2010

Jordi Adell: Mensaje para llevar.

Creo que sobran los comentarios. No esperen un vídeo sobre diseño de actividades. Es un invitación a la acción, "simplemente".

No pierdan puntada: lo dice muy claro y me encanta.




¡¡¡Nuestro claustro es el mundo!!!
Las alternativas: Compromiso o burocracia.

viernes, 23 de abril de 2010

Calidad en aulas virtuales -

De CEAD Tenerife
Hoy estamos disfrutando de la segunda sesión presencial del curso de Moodle Avanzado de Manuel Area. Estamos intentado "cacharrear" pero soportamos la lentitud de la red Medusa para educación, lo que provoca picos de frustración terrible.
Pese a todo, la sesión va progresando y los participantes vamos siguiendo las explicaciones y los comentarios amenos de Manuel, que ha preparado con esmero el curso, y realizando actividades, desde crear un blog, usar un editor en línea como issuu o camaléo, encastrar objetos en nuestro aula virtual...
Uno de los puntos que más me ha interesado es el conocido Decálogo de Aula Virtual, que nos sirve como espejo y punto de partida de reflexión sobre nuestra actividad docente.

De todos los "mandamientos" el que más me preocupa es el 10º  Y aquí viene nuestro problema. Trabajamos con 4 , 5 o 6 aulas virtuales, en las que podemos tener 100, 200 o 500 alumnos a los que además damos clase presencial -tutoría básica-, atendemos sus consultas en tutoría individual, etc.
Todo el trabajo que supone el mantenimiento y la actualización de las aulas es en si mismo un trabajo que debe ser cuidadoso, bien planificado y con una intención y utilidad clara y explícita para el alumno.  la labor de diseño es importante, porque consiste en hacer expreso todo lo que el alumno necesita para seguir la asignatura. Pero sin la presencia del tutor, el aula se convierte en algo muerto, una especie de catálogo de contenidos, un almacén de fotocopias digitales. 

¿Cómo organizarnos?
Después de mucho pensar y charlar con los compañeros, he pensado en realizar un seguimiento personalizado para un grupo de alumnos específico.

El proceso sería el siguiente.
  • 1. Al principio de curso pido a los alumnos que realicen una encuesta, en google doc, para ver su perfil. Me interesa detectar frecuencia de conexión, compromiso, objetivos, antecedentes académico, para ir perfilando un grupo de personas muy interesadas pero con dificultades expresas para poder seguir el curso con el ritmo adecuado. Posiblemente un segundo filtro serán los exámenes de la primera evaluación o mejor aún  una actividad de evaluación inicial con respecto a los contenidos previos. La idea es seleccionar a un grupo de 30 o 40 alumnos, algo mucho más manejable que 200 o 500, para dar a éstos el apoyo tutorial que necesitan. 
  • 2. Detectado el grupo, se crea por Agrupamientos y Grupos  un grupo específico en el aula virtual,   no visible para el resto, con actividades y tutorización propios.
  • 3. Para aumentar la implicación del grupo, las actividades propuestas serían de tipo colaborativo, de forma que se creen entre ellos vínculos que favorezcan su permanencia en el aula. Pese a lo que se dice, el aprendizaje colaborativo no es más lento, no requiere más tiempo por parte del alumno para aprender: lo que sí requiere es una elaboración muy cuidadosa y atenta por parte del docente para que realmente la actividad colaborativa propuesta sea atractiva, interesante, accesible... Y los resultados, como he visto recientemente en el Máster de eleaarning  de la USAL, pueden ser espectaculares: uno sabe dónde empieza pero no imagina hasta dónde se puede llegar. 
  • 4. La evaluación, por tanto, también sería diferenciada, adaptada a las actividades propuestas y su función principal, más que la calificación, sería la base para la toma de decisiones.y la mejora.

Me parece que para lograrlo, más que tecnología, que ya tenemos aunque a veces nos deje colgados, lo que hace falta es tiempo para reflexionar, para tomar decisiones sabias y adecuadas. Esto es sinceramente lo que más echo en falta en la red: la reflexión compartida, lo que encuentro en los blogs pero que no voy a hallar en facebook....
La verdad es que me parece que me planteo una idea intersante de la que ojalá pueda ir contando aquí los avances, las dificultades, las realizaciones que mis alumnos y yo vayamos alcanzando.
Y es una forma de empezar el próximo curso con ilusiones y ganas.

sábado, 6 de marzo de 2010

Desvirtualizando un taller online.

En el CEAD de Santa Cruz de Tenerife Mercedes Pinto  estamos con fiebre. Hay dos proyectos, dos grupos de trabajo, una solicitud de proyecto europeo y a la vez se siguen cursos online en los que aparezca los términos "aula virtual" "tutoría" y  "moodle". Somos unos treinta profesores, así que es fácil calcular la sobrecarga de actividad que esta dinámica supone. Porque, naturalmente, damos clase a varios grupos de entre 20 y 200 alumnos, distribuidos por todas las islas de la provincia, de Secundaria, Bachillerato, Ciclos de Formación Profesional, acceso a la Universidad, etc.
(Ayer me contaba un compañero los cursos que tenía previsto hacer durante este trimestre y me quedé sin palabras: JClic, Webquest, Informática Básica, Edición en moodle y otro más que no recuerdo ahora....)
El caso es que uno de los grupos de trabajo del centro ha organizado las sesiones formativas correspondientes. Me ha tocado hacerme cargo de una de ellas y como los veo saturados de herramientas informáticas, después de cavilar mucho me decidí por prepararles un breve Taller de Tutoría en Moodle. Preparé una webquest para describir en detalle la propuesta de trabajo, elaboré cuatro Casos de Estudio, organicé los correspondientes grupos y en eso nos entretuvimos la tarde del viernes.
La idea de la que partíamos era resolver en grupo cómo intervenir para solucionar los problemas que se detectan en los cursos online que se describían en los casos prácticos. Éstos llevaban información sobre su contexto, unas observaciones sobre lo que no estaba funcionando, y unos mensajes de los alumnos pidiendo ayuda, quejándose, preguntando con distinto tono, como en este ejemplo.

En realidad lo que hice fue llevar a formato presencial algo que suelo hacer en formato online. Y las diferencias saltan a la vista.
  • En el formato presencial sólo disponíamos de cuatro horas, con pausa para el café, estábamos todos en la misma aula informática,y el trabajo en grupo se hacía cara a cara. Al acabar, sólo uno de los cuatro grupos había puesto por escrito en la plataforma las conclusiones de su trabajo. El resto de los grupos tenía sus conclusiones hechas en papel y de haber sido necesario las habrían pasado al wiki del curso  con un poco más de tiempo. Así, cuando llegó la hora las conclusiones se presentaron de manera oral. La calidad de las propuesta fue notable, en parte porque se trataba de casos de frustración que todos hemos vivido alguna vez como docentes o como alumnos. Sin embargo, al ser el final de la jornada seguramente estas palabras volaron fácilmente lejos de nuestras mentes.
  • En el formato online el arranque de este tipo de actividad suele costar cierto esfuerzo. Para empezar lleva tiempo organizar los grupos y es tarea ineludible que se asignen roles: el moderador, el redactor, el encargado de la búsqueda de información... Como los alumnos no se ven y generalmente no se conocen, e incluso están dispersos geográficamente, es necesario prever un par de días hasta que todo el grupo sabe qué tiene que hacer cada cual y cómo se trabaja.
Como en los cursos online todo se hace a través de la plataforma, el tutor puede hacer el seguimiento constante tanto del grado de participación como de su calidad. En el aula presencial ese seguimiento es casi imposible. El profesor va rotando por las mesas atendiendo a las dificultades que surgen y planteando algunas cuestiones que puedan reorientar el análisis, pero no puede detectar qué tipo de contribución hace cada cual al grupo.
Por otra parte, en el cuso virtual el uso de herramientas asincrónicas hace que se vaya escribiendo cada aportación lo que por otra parte facilita la redacción de la conclusión del grupo. Generalmente el redactor pasa al wiki las aportaciones fundamentales y les da coherencia. Esa primera versión se revisa por los demás miembros y al final se entrega un trabajo generalmente de gran calidad, que permanece para que lo consulten los miembros de otros grupos.
A la hora de valorar el trabajo de los alumnos el tutor online tiene muchos más datos. Mientras que en la exposición oral presencial a menudo se queda uno con la impresión de que quien expone es el que más sabe o el que más ha trabajado, en el curso online es fácil rastrear en qué ha contribuido cada cual y si ha desempeñado bien la función que se le ha encomendado.
También en el caso de la formación online el tutor puede acompañar de manera más eficaz el proceso de debate del grupo, intervenir si hay falta de participación, proporcionar los recursos necesarios, orientar el trabajo durante su proceso... En el trabajo de los grupos presenciales suele ser más complicado para el profesor intervenir a lo largo del proceso.

Por último, no es comparable el nivel de acceso a otras fuentes de información. En el taller del viernes no hubo tiempo para consultar la documentación que se había aportado en el aula virtual. Y es lógico, puesto que lo que nos proponíamos era un punto de partida para la reflexión sobre cómo intervenir ante las dificultades de un curso online. Los grupos online, si hay una buena intervención por parte del tutor, suelen repartirse la lectura de la documentación proporcionada y aportar otras fuentes que enriquecen el contenido del curso.

Como se ve, el desarrollo de un curso online no acelera los procesos: no se aprende más en menos tiempo, en contra de lo que muchos piensan. Tiene unos ritmos diferentes y unos procesos propios. La negociación inicial que supone asignar roles en una sesión presencial suele resolverse con cierta rapidez,  mientras que en el aula virtual suele ser más lenta pero también más reveladora de las circunstancias, intereses y dificultades de cada participante. De esta manera, lo que en principio puede parecer un contratiempo se muestra como una ventaja a la hora de conocer el perfil concreto de cada alumno, si el tutor permanece atento a estas situaciones. Y para el alumno que se forma como tutor online es imprescindible aprender a negociar en una comunidad virtual.

El taller presencial del vienes fue sólo un comienzo. Lo ideal habría sido extender a la semana siguiente en trabajo online  que consistirían en lo siguiente:
  • Publicar la  propuesta de intervención de cada grupo, 
  • Realizar entre todos un debate virtual sobre cada caso concreto,  
  • Coevaluar las propuestas a través de una planilla de evaluación sencilla. 
  • Y por último como trabajo individual pedir que cada participante redactara la respuesta a los mensajes de los alumnos incluidos en los Casos de Estudio.

Y es que en general creo que los profesores estamos dispuestos a analizar los errores de diseño de curso, de metodología, de actividades propuestas.... pero a veces nos olvidamos que primero  hay que atender al alumno que recurre a nosotros piendiendo ayuda - aunque proteste-. Quizá debemos tener más en cuenta la soledad del alumno a distancia. Y como creo que este es un tema interesante, ya estoy pensando en un próximo artículo.